domingo, 19 de enero de 2014

Al propósito del 1er. Informe de gobierno de RZB; Por el Bien de Todas y Todos, a nosotros, la ciudadanía nos corresponde vigilar y castigar a los políticos y sus partidos.

Los mexican@s, conjunto en el cual comprensiblemente nos hayamos inmersos los y las yucatecas, desde hace aproximadamente más de 70 años, hemos venido siendo fieles testigos, además de dolientes, de la creciente y patente inmoralidad que hoy priva en el quehacer de la política mexicana. Primero con el PRI, luego con el PAN y más recientemente con el PRD; solo por nombrar a los partidos políticos de mayor peso electoral en el país, en los cuales la perversión del poder se ha convertido en una serie de esporas que se han enquistado y contagiado a un buen número de ciudadanos y ciudadanas de la sociedad civil. Este germen patológico que se manifiesta tanto al exterior, como al interior de estos colectividades partidistas, han obscurecido los otrora nobles objetivos  de la  política, creando lo que el filósofo Gustavo Bueno, ha llamado la  partitocracia o partidocracia.

La partitocracia no es otra cosa que una deformación sistemática de la democracia. Donde el Estado y sus instituciones se encuentran en control de las oligarquías,(Camarillas, pandillas  partidistas), que han despojado al pueblo de toda soberanía efectiva.

La Soberanía es la fuente de todo poder político que emana de la voluntad popular, el pueblo, que es el soberano. De esa voluntad popular surgen normas e instituciones que al mismo tiempo deberán modular las fórmulas de expresión de esa soberanía popular. Así, la soberanía popular es la fuente última de toda norma y de toda representación. Los gobernantes lo son porque la soberanía popular así lo ha decidido, y esa es una característica nodal de todo régimen democrático.

Pero la gestión sórdida de ese reducido grupo de “políticos” que dictan las acciones a seguir en sus respectivos partidos políticos, es la responsable de que el desarrollo y fortalecimiento de la ilegitima partidocracia suela iniciarse dentro de los cuerpos legislativos, donde en aras de  “fortalecer” las propuestas legales del Poder Ejecutivo, siempre de su mismo partido político, dictaminen leyes si el mayor tramite que el simple levantar del dedo aprobatorio de los “representantes” populares. Esto, a la ciudadanía nos ha acarreado toda una serie de males y atrocidades para nuestra economía familiar, para nuestros derechos humanos, para nuestra aspiración de felicidad en comunidad: la corrupción, la opacidad en la rendición de cuentas, la falta de honradez de los “servidores” públicos, en la ineficiencia e ineficacia de los gobiernos, quienes coludidos con la oligarquía que mantiene secuestrados los medios de comunicación difunden toda una serie de mensajes de fantasías “democráticas”.

Pero es en los Congresos, donde la partidocracia sienta sus reales, al abandonar su función primordial, en representación de la ciudadanía; que es controlar y fiscalizar el uso, o abuso, que hacen de los recursos públicos los titulares de los Poderes Ejecutivos.

Ahí, en el Poder Legislativo, los diputados anteponen sus intereses de grupo, facción,  partido político o interés particular y renuncian a ejercer su papel político: el peso y contrapeso, en bien de la colectividad que les confirió la confianza para representar sus intereses y demandas.


Recordemos, al menos para las sociedades contemporáneas del mundo occidental, que todo sistema de se basa en los principios de la democracia, y Por el Bien de Todas y Todos, corresponde a la ciudadanía vigilar que dichos principios se cumplan al pie de la letra.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario