Un pequeño grupo de super-ricos
han ocupado la primera clase con un lujo escandaloso; otros afortunados viajan
en clase económica y son razonablemente servidos de comida y bebida.
El resto
de la humanidad, y son millones, viaja junto a los equipaje con un frio de
muchos grados bajo cero, medio muertos de hambre, de sed y de desesperación.
Golpean las paredes de los de arriba gritando: “o repartimos lo que tenemos en
esta única nave espacial o en cierto momento se acabará el combustible y, poco
importan las clases, moriremos todos”.
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