José Peón Contreras: invaluable valor del patrimonio cultural y artístico de los yucatecos, a los 107 años de su deceso, es olvidado y arrumbado por las burocracias de la cultura de Yucatán y Mérida.
Siempre se nos ha dicho durante nuestra vida
escolar, sobre todo a partir del 4º. Año de primaria, hasta los niveles
superiores de educación, que los Valores y el Patrimonio Cultural de un pueblo son
de suma importancia para una sociedad, ya que representan la esencia de toda
manifestación, (materia e inmaterial), de hombres y mujeres de los diversos
grupos sociales que integran a una comunidad y que al mismo tiempo le brindan
sentido, identidad y pertenencia. De ahí la importancia intrínseca para que
todos los yucatecos asumamos el compromiso y la responsabilidad de velar por la
gestión, protección y salvaguarda de nuestro patrimonio y valores culturales.
Académic@s, connotad@s intelectuales
y escritor@s nos señalan día, día tras día, que el patrimonio y los valores
culturales, de una u otra forma, son parte de bienestar y desarrollo de la
sociedad. Los políticos también recurren a la invocación del patrimonio y a los
valores culturales, cuando existe la necesidad de sacar raja de ellos para,
pero solo para su lucimiento personal.
Y José Peón Contreras
es sin lugar a duda, un invaluable valor del patrimonio cultural y artístico de
los yucatecos; hoy olvidado y arrumbado por las burocracias de la cultura de
Yucatán y Mérida.
Hoy, hace 107 años,
para ser precisos el 18 de febrero, pero de 1907, fallece en la Ciudad de
México el ilustre dramaturgo, poeta, novelista, político y médico,
especializado en psiquiatría, José Peón Contreras, quien parece haber sido
desdeñado por los que dicen dirigir los destinos de la cultura y el arte en el
Poder Ejecutivo del Estado de Yucatán y/o en la presidencia municipal de Mérida, ambas elites
“ilustradas” de férreo modelo Neo. Si de
sello con el “nuevo” PRI y del neo
panismo, sin sal ni levadura…
Peón Conteras, como
político fue un distinguido liberal que represento los intereses de los y las
yucatecas del siglo XIX en la Cámara de Diputados Federales.
Quizá es ese el motivo
y razón porque los neoliberales del PRI en la Sedeculta ,o los neo derechistas
del PAN, en la Dirección de Cultura Municipal de Mérida no voltean a ver el
legado literario de José Peón Contreras, quien fue reconocido y lisonjeado como
tal por el mismísimo libertador de cubano José Martí.
La crítica literaria
internacional de ese tiempo califico a José Peón Contreras como uno de los
mayores y mejores exponentes del teatro romántico de Hispanoamérica.
Motivo que podría ser
aprovechado, sea por el gobierno estatal, o municipal, para instituir un
festival anual de teatro de corte nacional o internacional. Pero en vez de ello
el gobierno del Estado, por medio de la Sedeculta ha creado el Premio
Internacional de Cuento en honor de la Señora Beatriz Espejo, quien por merito
tiene ser de origen yucateco.
Por su parte las
autoridades municipales tuvieron la puntada de crear el Premio Anual de Poesía
“joven” en honor de Jorge Lara Rivera, quien se ha distinguido, no por la
calidad y brillantez de su trabajo como poeta, sino por ser cabeza de playa de
una parte de la burocracia cultural, tanto en el gobierno estatal, como en el
Ayuntamiento de Mérida. Bueno, y por ser
un oficioso defensor del priismo yucateco en las páginas del periódico local
Por Esto!.
Mientras tanto la
figura solitaria de Peón Contreras, solo brilla por la patina del tiempo.
De este escritor, que
para muchos mexicanos, conocedores de la gran valía del bardo yucateco, de
principios del siglo XX, fue quien dio realce y prestigio a la sociedad
yucateca de ser culta y conocedora de las manifestaciones del quehacer
artístico.
De su biografia Carlos
Gonzalez Peña, nos relata sobre su Vida:
Desde muy temprana edad supo conciliar su innata vocación literaria
con su interés por el estudio de las ciencias experimentales, interés que le
condujo a doctorarse en Medicina en 1862. Un año después, José Peón y Contreras
se instaló en la capital mejicana para perfeccionar sus saberes médicos en el
Hospital de Jesús, en el que comenzó ejerciendo como practicante para dar así
inicio a una trayectoria facultativa profesional que, al margen de su
producción literaria, se convirtió en la principal fuente de ingresos y
mantenimiento para toda su familia.
Tras haber contraído nupcias, en 1865, con Leonor del Valle, marchó al
estado de Veracruz para afincarse en Orizaba, donde vivió durante algunos años
entregado al ejercicio de su actividad médica. Posteriormente, volvió a
establecerse en Ciudad de México después de haber ganado por oposición la
cátedra de enfermedades mentales del Hospital de Dementes de San Hipólito, sito
en la capital azteca, centro sanitario cuya dirección recayó también en la
persona de José Peón y Contreras.
Por aquel entonces, el erudito doctor de Mérida ya se había dado a
conocer como escritor fecundo y precoz, sobre todo en su faceta de dramaturgo
(que, iniciada a los dieciocho años de edad, fue, sin lugar a dudas, la que
mayores éxitos le granjeó en su tiempo). Pero también había comenzado a
intervenir activamente en la vida pública de su país, en el que, un poco más
adelante, se valdría de su prestigio literario para acceder en varias ocasiones
al Congreso de la Unión, unas veces en calidad de diputado y otras como
senador. Su figura cobró entonces un reconocimiento generalizado, y los
numerosos honores y distinciones que empezaron a recaer sobre él le consagraron
como uno de los principales intelectuales mejicanos de su tiempo. Así, fue
elegido miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua, y su nombre fue
impuesto -en medio de un populoso homenaje- al antiguo Teatro de San Carlos
(sito en su Mérida natal), en el transcurso de una función de gala en la que
una de las grandes actrices dramáticas del momento -Concha Padilla, primera
dama de la compañía de Enrique Guasp de Peris- llevó a las tablas su exitoso
drama titulado El sacrificio de la vida. Corría, a la sazón, el día
27 de diciembre de 1878, año en el que se acababa de disolver la Sociedad
Dramática Peón Contreras, una agrupación fundada en 1876 por un grupo de
jóvenes aficionados al teatro y entusiastas de la obra del autor yucateco, a
quien habían homenajeado con la entrega de una pluma y una corona de oro, otras
coronas de laurel y un diploma en el que le consagraban como "el
restaurador del teatro en la patria de Alarcón y Gorostiza".
Así, querido y admirado en todos los círculos literarios mejicanos de
la segunda mitad del siglo XIX, José Peón y Contreras continuó escribiendo y
estrenando con éxito sus piezas teatrales hasta finales de dicha centuria (la
última de ellas fue llevada a las tablas en 1894). En 1906, a sus sesenta y
seis años de edad, emprendió un largo viaje por Europa en compañía de su hijo
mayor, el también poeta José Peón del Valle, y durante su estancia en París se le declaró un agudo ataque de
parálisis que, al poco tiempo, le devolvió a su México natal sin habla e
impedido de cualquier movimiento. Poco tiempo después falleció en la capital
azteca.
La producción dramática de José Peón y Contreras comenzó a ser
conocida entre 1861 y 1862, años en los que se estrenaron tres piezas suyas (El
castigo de Dios,María la loca y El conde Santiesteban)
que el dramaturgo de Mérida había escrito cuando tenía dieciocho años de edad.
A partir de entonces, los estrenos de sus dramas y comedias se sucedieron sin
solución de continuidad, y su fecunda prolijidad llegó a tal extremo que, en el
transcurso del año de 1876, subieron a los escenarios mejicanos ocho dramas
suyos, todos ellos recibidos con gran aplauso entre críticos y
espectadores: ¡Hasta el cielo!, El sacrificio de la vida, Un
amor de Hernán Cortés,Gil González de Ávila, Luchas de honra
y amor, Esperanzas, Juan de Villalpando y La
hija del rey (que, tradicionalmente, ha sido señalada como su mejor
obra, sobre todo a raíz del ruidoso homenaje que se le tributó a Peón y
Contreras el día de su estreno, 7 de mayo de 1876, en el que quedó constituida
la citada sociedad dramática que llevaba su nombre).
Salvo una de las piezas recién citadas (Luchas de honra y amor),
el resto de las obras de José Peón y Contreras están escritas en versos
octosílabos y constituyen un ejemplo paradigmático del típico drama histórico
del Romanticismo, en su modalidad de capa y espada. A los títulos recogidos en
el parágrafo anterior, conviene añadir los de otras obras que ayudan a
completar la relación de la vasta producción teatral del dramaturgo
yucateco: El conde de Peñalva, Entre mi tío y mi tía, Leonor
de Sarabia, Por el joyel del sombrero, Antón de
Alaminos, El capitán Pedreñales, Muerto o vivo, En
el umbral de la dicha, El bardo, Gabriela, La
cabeza de Uconor, Soledad, Una tormenta en el mar y Por
la patria.
Al margen de su obra teatral, José Peón y Contreras dio a la imprenta
varias recopilaciones de poemas líricos que contribuyeron a incrementar el
prestigio de que gozaba como feraz versificador. Entre estos poemarios, sobresalen
los tituladosRomances dramáticos (1880), Trovas colombinas (1881), Pequeños
dramas(1887), Flores del alma y Ecos. Además,
probó también fortuna en el campo de la narrativa, con la publicación de
algunas novelas (como las tituladas Taide yVeleidosa)
que, ciertamente, no constituyen la parte más destacada de su extensa creación
literaria.
- GONZÁLEZ PEÑA,
Carlos. Historia de la literatura mexicana. México: Porrúa,
1984.